Se ha señalado con ligereza que Lamborghini "canta en clave peronista". Y ese comentario parecería esconder una disyuntiva que invita a optar entre dos términos, poesía o política, seccionando quirúrgicamente con bisturí de buen amputador lo que para Lamborghini no sólo va junto sino que, además, encuentra en la escritura su punto de fusión.
No es casual que enfrentados a un libro como Las patas en la fuente se estrellen aquellos que tienden a ver el discurso político como un conjunto de consignas ortopédicas, patas atornilladas al cuerpo del poema, para que éste, como la famosa cucaracha herida pueda con ellas caminar.
Pero la puesta de Lamborghini es otra: alumbrar un nacimiento, el de un nuevo cuerpo que necesita ser relatado, escrito, y que trae consigo ya sus propias patas: Una primavera me sorprende/ y el mover de este pueblo./ El ruido se hizo carne y habitó entre nosotros." Así, enfatizando la inmediatez del mundo, su materialidad, encarnada en ese sonido ("lo mortal/ lo que se oye"), que es resto de sentido y eco ("el nombre: eco del eco") de un habla congelada ("lo dignísimo"), Lamborghini lanza su propuesta.
Elige, entonces, el margen, el "basural", entre los "no antologados", en el lugar del no poder ("-Poder/mi no poder"), en el ningún lugar. Y allí, entre los restos y con ellos pondrá en escena ese alumbramiento.
Haciendo oídos al "croar del corazón del feto", Lamborghini partero transforma en poesía todos esos restos flotantes y, como buen escuchador deseoso ("con el deseo del deseo"), acompaña ese deambular dialogando con una multiplicidad de ecos ("Cómo se pianta la vida/ cómo rezongan los años/ cómo se viene la muerte/ tan callando").