A Susana Sechi
"Todo estado moderno será un estado totalitario porque esta basado en la oculta esencia de la técnica": M. Heidegger
“Se puede democratizar la ubicuidad, la instantaneidad, la inmediatez, que son juntamente los dones de lo divino, dicho de otra manera de la autocracia” se pregunta Paul Virilio en “Un paisaje de acontecimientos”.
Walter Otto afirma que el monoteísmo del “deux ex machina” con el cual hemos remplazado el inaccesible rostro de Yahvé, nada tiene que ver con la numinosa experiencia de lo sagrado a-dogmático politeísmo griego.
Pero el parlamento democrático -en apariencias- sigue respondiendo a un intento de imitar los atributos del Dios Uno -dicho de otro modo- responde al modelo de las relaciones informáticas, en que Dios a sido remplazado por la adoración del chip, el fantasma de la imagen virtual y otras maravillas del mundo moderno.
¡No hemos perdido no omnisciencia, ni impotencia, no omnipresencia! Arrodillémonos y adoremos, paralizados por la fuerza penetrante de ser observados por máquinas (ya no por el rostro invisible de Dios) aunque la implosión de todo orden jurídico internacional deberá seguir rindiendo tributo a lo que antaño nos observaba con ceñudo rostro.
El mismísimo empirista Felix Guattari afirma : “La burocratización, la esclerosis, el deslizamiento hacia el totalitarismo de las máquinas del Estado no involucran sólo a los países del Este, sino también a las democracias occidentales? –el signo es nuestro- y a los países del tercer mundo”.
Mas certero en el diagnóstico y más cercano al instante Edgar Morín el epístemólogo marxiano años después de Heidegger y cerca de Virilio afirma:
“La genética puede remplazar, los genes decadentes (défaillant) y eliminar las carencias genéticas invalidantes, pero ello podrá hacer también individuos hipernormales, conformes al modelo deseado. Las neurociencias permitirán las manipulaciones cerebrales que produzcan ciudadanos felices y sumisos...
Los poderes surgidos de la ciencia son no sólo benefactores, sino también destructores, manipuladores y ciegos”.
El diagnóstico de Morín o las observaciones de Guattari van atrasadas con respecto a la realidad. Están analizando un cadáver: lo que Heidegger llamaba “hombre producido” no es un mero efecto de la ciencia, sino es la ciencia misma preservada por la técnica que no pertenece sino a la consumación de la metafísica: todo ello viene preparándose desde hace milenios.
Elizabeth Roudinesco en sus diálogos con Jacques Derrida afirma más radicalmente que el pensador frances:
“Me parece que hoy el cientificismo es todavía más bárbaro que antaño. Los partidarios de lo que se llama el cognitivo-comportamentalismo creen realmente que uno podrá abstenerse completamente un día de los conceptos de sujeto, inconsciente y conciencia.
En un debate reciente que tuve al respecto, Dan Sperber afirmaba que muy pronto uno podría abstenerse realmente del sujeto y sólo salvar al sujeto del derecho. –el signo es nuestro-, un sujeto sin afecto ni deseo, y sobre todo sin inconsciente (en el sentido freudiano).
También esto no deberá esperar mucho: la serialidad habla claramente de una producción de deseo y pulsiones miméticas producidas en escala según regulaciones del marketing.
Realizar un inventario de la “devastación” de un mundo –el mundo no es un recipiente que se quede sin líquido sino un horizonte intencional de sentido- (el mundo mundea: Heidegger) nos parece insuficiente cuando ya en 1920 se advertía sobre el "acuñamiento” de un hombre que sería solo un “operario de la técnica” y la “movilización total” (la velocidad de Virilio que termina en parálisis y anestesia) eran sus inmediatas consecuencias.
Movimilización que puede acabar con un shock, con un estado de éxtasis que volverá cuadripléjica todas las violencias sígnicas de un mundo "in-mundo" (expresión de Jean Luc- Nancy tras en una larga agonía que azolará el planeta durante un largo invierno.
La guerra preventiva preconizada ayer por Bush y por Hitler sesenta años antes no constituye sino un movimiento perpetuo que no apunta hacia ningún objetivo, ningún ideal trascendental que no sea sino la fatal inmovilidad del mundo que habitamos hoy como los hombres del mito de la caverna platónica hace miles de años.
Esa inmovilidad que las “estrategias fatales (Baudrillard), prepara el pentágono a través de la mayor red de espionaje a través de Internet llamada “Conocimiento Informático total”: su objetivo, combatir el terrorismo y conocer los movimientos del sospechoso.
¿Quienes serán ahora –que los hombres al servicio de las máquinas a través de un proceso de deducción apriorística de la inteligencia artificial de los mutantes- los sospechosos convertidos en hologramas de una realidad que se desliza hacia la nada?
“Sobrevir a una guerra es convertirse en ésta guerra” afirma el icono reganiano Rambo en una de clásicas vistas: no es este el peligro de las guerras no convencionales sino aquel que vuelve a indicarnos Heidegger, quien lejos de “diabolizar la técnica” solo señala el aparente abrigo, de la amenaza del desorden técnico.
Así repite en “Serenidad”: “Junto a la más alta y eficiente sagacidad del cálculo que planifica… coincidiría la indiferencia hacia el pensar reflexivo, una total ausencia del pensamiento: ¿y entonces?
Entonces el hombre habría negado y arrojado de sí lo que tiene de más propio, a saber, que es un ser que reflexiona. Por ello hay que salvaguardar ésta esencia del hombre. Por ello hay que mantener despierto el pensar reflexivo”.
¿Es aún posible ello? La inteligencia reflexiva en una sociedad ortopédica huye cada vez más de sí y constituye sólo mimesis de manuales escolares en los cuales también se oculta la devastación del desierto.
Janke que se aproxima a Heidegger tardíamente en esto afirma: “crece el peligro de la que la “praesicio-mundi, al cortar el mundo poético numinoso, se vuelva totalitario.
Entonces la tierra se convierte en deposito de energía, “el hombre constructor de máquinas… la voluntad se convierte en imposición violenta de cosmovisiones científicas, el pensar en futurología que calcula las oportunidades de supervivencia de nuestra raza astuta, ingrata y sin paz”.
Debemos volver a repetir en esta oportunidad la frase “nacimos demasiado tarde para los Dioses y demasiado temprano para el ser” (Heidegger).
Por el momento podemos acompañar los delirios profanos de por ejemplo de un “orden mundial” que desafía el mundo que mundea, con esta exhortación, tal vez la enunciación más paranoica pronunciada en la historia por un conductor de “multitudes de ratoncillos de laboratorio”:
"Exportaremos la muerte y la violencia a los cuatro puntos cardinales del planeta, en defensa de nuestra gran nación”.
El numero cuatro –en esta era de un nuevo medioevo técnico- nos arroja a la figura apocalíptica de los “cuatro jinetes del Apocalipsis” ahora montados en súper jet, avizorando en una diminuta pantalla la lejana figura de la tierra que aún habitamos.
Las profecías son alegorías: nosotros tomamos nota pero volvemos a repetir con Heidegger: “Solo un Dios puede salvarnos”. ¡Debemos salir al encuentro de éste dios! ¿Y cómo hacerlo?full-width
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